Esta playa es un verdadero tesoro escondido que me ha conquistado por completo la idea de que las playas son el lugar perfecto para estar. El bar de la playa es fantástico, sirviendo auténtica cocina griega a precios inmejorables. Aunque originalmente pedí un kebab, el dueño se disculpó por olvidarse de comprar algunos y en su lugar me ofreció unas deliciosas sardinas a la parrilla. Además, el dueño es un anfitrión increíble que ofrece tumbonas gratuitas, juguetes para niños e incluso kayaks para explorar la impresionante bahía. Como un extra, hay un pequeño grupo de patos eider que les encanta nadar en el mar, añadiendo a la ya pintoresca escena. Con un montón de aparcamiento gratuito disponible, no puedo evitar desear estar allí ahora mismo.