La playa está bien conservada y no está abarrotada, creando un ambiente tranquilo y casi surrealista. Como alguien que no sabe nadar, no me atreví a entrar en el mar agitado, pero la playa en sí es rocosa y ofrece "piscinas naturales" donde uno puede sentarse y relajarse. En el lado derecho, hay una cascada que sirve como una alternativa refrescante para aquellos que prefieren no nadar. Antes del sendero, hay dos o tres estacionamientos disponibles por una tarifa diaria de alrededor de 20 a 30 reales. El sendero en sí tiene una dificultad moderada, con algunas secciones cuesta arriba que no son demasiado empinadas. Está bien mantenido e incluye escaleras y puentes en ciertas áreas. La playa es abundante en vida silvestre y durante nuestra visita, avistamos tres especies diferentes de aves, mariposas e incluso una serpiente. La experiencia realmente vale la pena, con una gran recompensa esperando. El viaje de regreso fue bastante manejable y en total, el sendero tiene menos de 6 kilómetros de longitud.