De niño, mi familia y yo frecuentábamos una playa que ocupa un lugar especial en mi corazón. Era un destino que visitábamos a menudo y pasábamos innumerables horas disfrutando del sol, la arena y el mar. La playa era un lugar de posibilidades infinitas, donde construíamos castillos de arena, jugábamos al vóley playa y nadábamos en las aguas cristalinas. Los recuerdos de aquellos días despreocupados pasados en la playa siempre estarán grabados en mi mente. El aire salado del mar, el sonido de las olas rompiendo contra la orilla y el calor del sol en mi piel, todo contribuyó a la magia de este lugar. Era un verdadero paraíso que nos proporcionaba una escapada de las tensiones de la vida cotidiana. Incluso ahora, como adulto, todavía siento una sensación de nostalgia cada vez que pienso en aquellos días pasados en mi playa de la infancia.