Durante el verano, pasábamos nuestros días en la playa, disfrutando del sol y sintiendo el calor en nuestros hombros desnudos. Nuestra piel tomaba un tono rosado, y pecas salpicaban nuestras espaldas como estrellas en el cielo. El aire húmedo hacía que nuestros pechos se hincharan mientras jugábamos entre nosotros, todavía sintiéndonos un poco torpes mientras navegábamos por nuestra adolescencia. Las gaviotas sobrevolaban mientras nos sumergíamos en las olas y corríamos por las orillas del Mar Mediterráneo. A veces nos quedábamos quietos, sintiendo el agua lavar nuestros pies y viendo la arena aplastarse entre nuestros dedos de los pies. El mundo parecía lleno de posibilidades infinitas, y sentíamos una sensación de aventura en lo más profundo de nuestros huesos.