El agua puede estar calmada, pero la arena es otra historia. Es más como una cantera que una playa, lo que hace que caminar sobre ella sea una experiencia desagradable. La entrada rocosa al agua también es un peligro, lo que me hace desear haber traído zapatos de agua. Dimos un paseo por la playa y nos aventuramos en algunos manglares, que fue la única parte divertida del viaje. A pesar de haber oído rumores de monos y perezosos en la selva, no vimos ninguno. La presencia de casas a lo largo de la carretera nos dejó sintiéndonos incómodos, como si estuviéramos invadiendo propiedad privada. Quién sabe, tal vez los dueños de las casas estaban mirando por las ventanas, listos para echarnos de la playa.