Enclavadas en un encantador caserío costero en la isla de Serifos, se encuentran un par de playas prístinas que ofrecen una serena escapada del ajetreo y el bullicio de la vida cotidiana. La más pequeña de las dos playas es una joya escondida, con aguas cristalinas y un dosel de árboles que proporcionan la sombra necesaria en los calurosos días de verano. Mientras tanto, la playa más grande es igualmente idílica, con sus aguas seductoras y vistas impresionantes del paisaje circundante. Para completar el escenario perfecto, una taberna griega tradicional se encuentra cerca, ofreciendo deliciosa gastronomía local y bebidas refrescantes. Durante nuestra visita, nos impresionó la tranquilidad y la serenidad de la zona, lo que añadió aún más a la pintoresca escenografía que nos rodeaba.