Después de haber pasado a regañadientes una semana en Albufeira, Portugal, me vi obligado a soportar otro día en esta playa. A pesar del viento que me azotaba implacablemente hasta la puesta de sol, logré mantener mi compostura. El agua estaba tan cálida como en el Algarve, lo cual era la única cualidad redentora de esta playa por lo demás poco notable. La marea de la mañana era tolerable, pero a medida que pasaba el día y la marea subía, las olas se volvían más pronunciadas, lo que hacía difícil incluso darse un chapuzón. Supongo que las fotos son algo impresionantes, pero apenas compensan la experiencia mediocre. La playa estaba abarrotada, sin una verdadera sensación de privacidad o tranquilidad. El único punto a favor era la presencia de socorristas y un amplio estacionamiento, pero incluso eso difícilmente valía la pena recomendar.