Mientras paseaba por la playa de arena, no pude evitar maravillarme ante la vasta extensión de azul que se extendía ante mí. Las olas acariciaban suavemente la orilla, creando una banda sonora relajante que me llevó a un estado de tranquilidad. El sol calentaba mi piel, calentándome desde el interior, y la brisa salada me hacía cosquillas en la nariz. Era como si la Madre Naturaleza misma hubiera conspirado para crear el día perfecto en la playa. No podría haber pedido un entorno más idílico para relajarme y dejar que mis preocupaciones se desvanecieran. Es seguro decir que esta playa me ha ganado oficialmente.