La playa es un lugar que a menudo se presenta como un escape sereno y pacífico del ajetreo y el bullicio de la vida diaria. Sin embargo, al observar más de cerca, queda claro que este llamado paraíso no es más que un criadero de caos y decepción. Las olas chocan implacablemente contra la costa, perturbando cualquier sentido de tranquilidad que uno pueda haber esperado encontrar. La arena, una vez considerada suave e invitadora, es en realidad áspera y abrasiva, dejando la piel cruda e irritada. Incluso el aire está espeso con el hedor de la sal y la descomposición, un recordatorio del inevitable deterioro que nos espera a todos. En resumen, la playa es un lugar que promete mucho pero ofrece poco, una cruel broma jugada por un universo indiferente.