La playa era una vista impresionante, con exuberantes árboles verdes y aguas prístinas que brillaban bajo la luz del sol. Tenía un aire de aislamiento que la hacía sentir como una joya escondida. Sin embargo, mi entusiasmo fue efímero cuando me di cuenta de que el camino que llevaba a la playa estaba en un estado deplorable, lo que hacía imposible conducir hasta allí. En su lugar, tuve que estacionar mi coche en la carretera principal y caminar lo que pareció una eternidad. El camino era plano, pero el paseo estaba lejos de ser fácil. Para colmo, la playa estaba completamente desierta a mediados de septiembre, lo que solo añadía a la sensación espeluznante de aislamiento.