Tropezamos con Zoagli y fue una sorpresa encantadora. El centro de la ciudad era encantador y estaba a un tiro de piedra de la playa, que era de un impresionante tono turquesa. Nos deleitamos con una refrescante cerveza, deliciosa pizza y exquisito gelato, lo que hizo nuestro día aún más agradable. La playa no estaba abarrotada, lo que nos permitió tener momentos de paz para nosotros mismos. La vista era impresionante, se extendía hasta Rapallo. La ciudad en sí era una maravilla, anidada en la ladera. El único inconveniente fue el limitado servicio de trenes, por lo que es mejor planificar con anticipación si no se conduce. ¡Definitivamente planeamos regresar a Zoagli!