La playa presume de acogedores y sombreados lugares, pero desafortunadamente, no está permitido estacionar cerca de ella y los autos deben ser estacionados en un área designada cerca del restaurante. La comunicación con el personal de recepción puede ser difícil ya que tienen un nivel limitado de inglés. Al otro lado de la calle, hay una playa disponible, pero es necesario alquilar una sombrilla para disfrutar de la playa privada de Lilanda. El camping también ofrece acceso a un lago, pero está prohibido nadar. Los baños son básicos pero ordenados, aunque no se proporciona jabón ni papel higiénico, lo cual es típico en Italia. Para acceder al agua caliente para las duchas, se debe comprar un token por valor de 50 céntimos de euro. Sin embargo, si no se inserta un token, el agua caliente no fluirá, lo que resultará en largas colas para las duchas frías. El mercado está mal abastecido y el restaurante sirve comida mediocre. El camping observa un tiempo de siesta, durante el cual no se permiten ruidos fuertes ni movimiento de autos, y los visitantes cumplen con esta regla. El camping tiene una atmósfera única que disfrutamos, y lo más destacado de nuestra estadía fue la impresionante playa. La gestión es eficiente y se encargan de la basura todos los días.