Nos aventuramos hacia la costa desde la cabaña de Suvorin, también conocida como la cantina del Mar Negro, según los mapas que señalaban las playas de Agria. La playa se encontraba aislada, con solo residencias privadas para alojar a los vacacionistas. No se observaban grandes casas de huéspedes ni hoteles en las cercanías del Mar Negro. A pesar de la basura que el mar arrojaba a la orilla y de la cantidad dejada por los bañistas, la playa era impresionante. El camino hacia el mar era pintoresco, con algunas pendientes pronunciadas, pero no era difícil de navegar. Aunque visitamos durante el otoño y no nadamos, parecía que el punto de entrada al agua era adecuado.