La playa es una verdadera joya, escondida al final de un paseo de una hora a través del desfiladero que lleva el mismo nombre. Aunque el camino es generalmente fácil de navegar, puede haber momentos en los que uno pueda perderse, lo que lleva a un terreno ligeramente más desafiante con más obstáculos como rocas y ramas. Sin embargo, la falta de marcas claras no debería disuadir a nadie de embarcarse en esta aventura. Al salir del cañón, uno es recompensado con una playa impresionante, aunque pequeña. No puedo hablar de las multitudes que puede atraer en los meses de verano, pero durante mi visita en invierno, fue un paraíso sereno e intocado. El desfiladero en sí cuenta con algunos grupos de hermosas palmeras cretenses, lo que añade al esplendor natural de este destino salvaje y impresionante.