Durante mi juventud, buscaba una escapatoria de las rigurosidades de la escuela y encontré consuelo en un oasis tranquilo que se encontraba bajo las proteccionistas rocas de la línea ferroviaria Napoli Sud Tirreno. Este lugar idílico, situado en Torre del Greco, contaba con una pequeña pero prístina playa que era alimentada por las frescas aguas de los arroyos vesuvianos sumergidos. Las aguas cristalinas estaban repletas de pequeñas y fascinantes criaturas como los ursinos y las salpicaduras, que disfrutábamos explorando a través del buceo libre. Una torre sarracena vigilaba la playa, conectada a las tierras pantanosas detrás del lastre ferroviario por un puente. A lo largo de la línea ferroviaria se encontraban los restos de una ruina romana ad opus reticulatum, y la leyenda de los viejos Torresi afirmaba que una estatua de un putto fue removida del sitio. Este pacífico refugio era una escapatoria preciosa para mí desde marzo hasta octubre, y su belleza natural permanece grabada en mi memoria hasta el día de hoy.