Al llegar a Pig Beach en dinghy, nos sorprendió inmediatamente la falta de organización y estructura. Los cerdos no eran criaturas domesticadas entrenadas para actuar, sino seres autónomos con personalidades únicas. No había cuidadores ni entrenadores presentes para manejarlos, lo que dejaba a los cerdos libres para vagar por la playa y nadar en el océano como les placiera. Llevamos zanahorias y pan, que los cerdos podían detectar fácilmente con su agudo sentido del olfato. Mientras explorábamos la playa, aprendimos rápidamente a movernos continuamente para evitar ser mordidos en el muslo por los curiosos cerdos que buscaban nuestra atención. En general, la experiencia fue verdaderamente única y altamente recomendada para aquellos que buscan un encuentro auténtico y único con estas fascinantes criaturas.