Después de haber explorado Roma en busca de una playa amigable para perros, encontré una joya oculta que superó todas las expectativas. La costa prístina era vasta y despejada, ofreciendo un amplio espacio para que mi amigo peludo pudiera corretear sin ningún problema. El agua era tan cristalina que parecía pertenecer a un lugar diferente por completo. Para poder acceder, solo se requería un libro de vacunación y el registro del nombre del perro, su microchip y los detalles del dueño. Sin embargo, es importante llevar una sombrilla para asegurar la comodidad del perro. En general, recomiendo encarecidamente esta playa y sin duda volveré para más diversión bajo el sol.